La educación da sus frutos: así fomentan el cuidado del medioambiente tres colegios públicos de Elche

Los centros educativos ilicitanos autogestionan sus fondos para crear iniciativas ambientales. La creación de huertos ecológicos y la gestión propia de los residuos promueven hábitos sostenibles entre los niños y sus familias

Por Begoña Amat Cervera y Ana Cortijo Sempere

Desde infantil hasta sexto de primaria, los alumnos del C.E.I.P. Ramón Llull participan activamente en las tareas del huerto. Todo el proceso, desde que se planta hasta que se recolecta, lo llevan a cabo los niños | Ana Cortijo Sempere

A Germán le encantan las fresas, aunque no sabía que nacen de una flor hasta que hace dos años se instaló el huerto ecológico en su colegio, el Sanchís Guarner. En realidad, a Germán nunca le había interesado el campo en absoluto. Era un niño de ciudad como la mayoría. Ahora, bajar al huerto es una de sus actividades favoritas, incluso más que jugar al fútbol. Siempre que su madre compra fresas le dice: «Mamá, ¿sabías que las fresas salen de las flores?».

La implantación de huertos ecológicos en los patios, la retirada de componentes químicos que perjudican gravemente la salud de los niños o la recogida de los residuos orgánicos generados en el comedor escolar. Estas son solo algunas de las iniciativas que centros públicos de Elche como el C.E.I.P. Hispanidad, el Ramon Llull y el Sanchis Guarner llevan a cabo. Los niños y sus familias son más conscientes que nunca de los riesgos derivados de la polución. Por ello, el objetivo de estos tres colegios es ofrecer las herramientas necesarias para conseguir que sus alumnos tengan una vida más sostenible y respetuosa con el planeta.

Fernando Sáez, coordinador del comedor escolar del C.E.I.P. Hispanidad y miembro de la Asociación Margalló Ecologistes en Acció d’Elx: «En cinco meses, se estima que los colegios ilicitanos han generado 400 toneladas de basura que han ido a parar a las montañas del entorno de Elche»

El voluntario del Raval Jose María Juan y Fernando Sáez rectifican una compostera mal aireada con un fondo podrido que no ha llegado a completar el proceso de descomposición | Begoña Amat Cervera

C.E.I.P Hispanidad: Lentejas, si quieres las tomas y si no… ¡A la compostera!

Cuando le preguntas a Fernando Sáez que cuándo se enamoró de la naturaleza, te sonríe y te dice que “desde siempre”. Al recordar las acampadas que hacía con sus padres, no puede esconder el brillo de sus ojos; la preocupación por el medioambiente es exactamente proporcional al amor que tiene por el campo. Aunque solo lleva cuatro años como socio oficial de la Asociación Margalló Ecologistes en Acció d’Elx, ha pasado casi toda su vida apadrinando causas medioambientales. Desde este grupo ecologista, Fernando se dio cuenta de que los residuos orgánicos de Elche no solo se vierten en las montañas de alrededor, sino que también disminuyen la rentabilidad del reciclaje. Esto hace que los plásticos, cartones o vidrios manchados de restos orgánicos no sean reciclables.

Para ilustrar esta emergencia ambiental, el equipo directivo del C.E.I.P. Hispanidad junto con Fernando, que es coordinador del comedor del centro, impulsaron en febrero de 2020 el proyecto medioambiental «En mi cole compostamos». Las razones por las que se escogió un centro educativo como el C.E.I.P. Hispanidad como sede del compostaje son simples. La primera, porque los niños son el futuro y de su educación medioambiental dependerá el devenir del planeta. Y la segunda, «porque en los colegios se produce una cantidad ingente de residuos orgánicos derivados del comedor escolar», según comenta Fernando. El coordinador, que recoge datos en lo relativo al compostaje del centro, determina que «solo el 4% de la basura reciclable se puede aprovechar y que en cinco meses, los colegios ilicitanos generan 400 toneladas de restos de comida». Además, Fernando apunta que desgraciadamente, «estos restos van a parar al contenedor gris y posteriormente, al mismo espacio natural».

La temperatura dentro de las composteras aumenta desde la segunda semana y hasta la cuarta, debido a la actividad descomponedora de los microorganismos que trabajan la materia orgánica | Fuente de los datos: Fernando Sáez

Para realizar el compostaje, los niños recogían los restos de su comida en cubos, los pesaban y los añadían a la compostera, donde se mezclaba con el componente orgánico seco (hojas y restos de poda) y agua. Además de los alumnos del centro, también eran los voluntarios de Margalló Ecologistes en Acció d’Elx quienes se encargaban de mezclar y oxigenar las composteras. Sin embargo, recientemente se ha dejado de crear más compost porque desde el colegio, ya no son capaces de gestionar todo el compostaje obtenido hasta la fecha. Es por ello que tanto Fernando, como el equipo directivo de este centro educativo, piden al Ayuntamiento de Elche que las composteras se saquen a L’Hort del Montjo que está justo al lado del centro escolar, y que sean personas contratadas por el Ayuntamiento las que se encarguen de gestionar los residuos. De esta forma, se podría mantener esta iniciativa e incluso promoverla entre otros colegios de la ciudad. Con este compost también se podría abonar los parques y jardines municipales y promover el desarrollo sostenible que se pide en el PLAN ELX2030.

El C.E.I.P. Hispanidad y los voluntarios del Raval acordaron trasladar las composteras a L’Hort de Felip. Sin ayudas del Ayuntamiento de Elche el proyecto escolar no podrá retomarse el curso que viene | Begoña Amat Cervera y Ana Cortijo Sempere

Por el momento, no ha habido respuesta por parte del Ayuntamiento y en contra, quienes han creado una simbiosis con el C.E.I.P. Hispanidad son los propietarios de las parcelas del huerto urbano de L’Hort del Felip. Estos voluntarios, que son miembros de la Associació Veïnal del Raval i Carrers Adjacents, necesitan abonar sus terrenos y el centro escolar les propuso ofrecerles el compost y las composteras, a cambio de ir diariamente a airearlas y rectificar el compostaje.

José María Juan es jubilado y propietario de una de las parcelas de L’Hort del Felip. Él, junto a Toni, Paco y Sergio, han estado aireando las composteras con las que en breve abonarán sus terrenos en el huerto urbano. Al finalizar el proyecto escolar de compostaje, los parcelarios del huerto se quedarán las composteras para continuar con la iniciativa. Los voluntarios quieren que los vecinos del Raval tengan un punto donde llevar sus desperdicios orgánicos y que en lugar de ser basura sea abono para cosechar frutas y verduras de calidad. Jose María comenta entre risas que «un paquete de abono cuesta 22 euros mientras que el compost es gratis y es excelente».

La Asociación Margalló estima que los colegios ilicitanos generan 400 toneladas de residuos orgánicos en los comedores en cinco meses. Por ello proponen al Ayuntamiento de Elche transformarlos en compost para abonar parques y huertos municipales | Ana Cortijo Sempere

El ciclo del compostaje del C.E.I.P. Hispanidad se cierra aquí, en L’Hort del Felip. Pero no muere, sino que mezclado con agua, sol, semillas y el esfuerzo de los vecinos del Raval, vivirá a partir de ahora en forma de tomates rizados y berenjenas carnosas para el consumo propio. A la espera, eso sí, de que el Ayuntamiento de Elche tome, verdaderamente, cartas sobre el asunto.

C.E.I.P. Ramon Llull: Siembra educación y cosecha conciencia medioambiental

El despacho de Beatriz Vera está tan ordenado como el colegio que dirige. Exalumna del centro, Bea es ahora la directora del C.E.I.P. Ramón Llull, colegio referente en educación medioambiental con uno de los programas más ambiciosos de todo Elche. De entre las iniciativas que existen para hacer de este un lugar sostenible destacan dos: el huerto escolar y el reciclaje en las aulas, iniciativas que hacen partícipe al alumnado desde infantil hasta sexto de primaria.

El conocimiento del ciclo vital de la calabaza es la actividad preferida de los niños de infantil del Ramón Llull. Ver cómo una pequeña flor naranja se transforma en el «monstruo de Halloween» impresiona a los más pequeños | Begoña Amat Cervera y Ana Cortijo Sempere

El huerto escolar del Ramón Llull fue montado en 2018 con la ayuda de la Asociación Tamarit y ahora está gestionado por todos los alumnos del centro escolar. Carmen Mira, profesora del colegio, es una de las principales coordinadoras que ayuda a gestionar cada uno de los proyectos, quien además tiene una fuerte tradición agrícola. Sobre los alumnos, Beatriz comenta que «adoran ir al huerto por la novedad de salir del aula, además de los descubrimientos que siempre hacen, como los bichos de colores o los gusanos en una fresa». La cosecha que obtienen del huerto se reparte entre los alumnos de manera que al menos, una vez al año, cada alumno se haya llevado mínimo una fruta o una verdura a casa.

Beatriz Vera, directora del C.E.I.P. Ramon Llull : «Los alumnos del Ramon Llull completan el proceso de reciclaje sacando la basura hasta los contenedores. Así conseguimos que repitan estas acciones en casa».

Por desgracia, no siempre son buenas las cosas que se encuentran en el huerto. Beatriz denuncia que el huerto escolar ha sido víctima del vandalismo nocturno. No hace mucho, se han encontrado casetas destruidas, mesas de picnic rotas, plantas arrancadas y hasta botellas de cristal en el patio. Sus ojos se apagan un poco porque a Bea, lo que le duele, es la decepción de los niños al ver que las plantas que han cuidado con tanto tesón, acaban pisoteadas en el suelo. Para hacer frente a la problemática, la directora comenta que se ha denunciado este hecho ante la policía en numerosas ocasiones. No obstante, apunta a que «aunque por la noche se patrulla la zona, para los asaltantes resulta fácil colarse en el colegio y refugiarse en la nocturnidad y los recovecos del huerto, para después destrozarlo». Pese a todo, la directora recalca que el huerto no se puede detener por estos destrozos ya que para muchos de los alumnos es el único o casi el único contacto que tienen con la naturaleza.

Otra de las iniciativas más característica del centro es el reciclaje, un proyecto con el que llevan ya más de 10 años. En el colegio comenzaron colocando tres cubos de reciclaje en cada aula, uno para el plástico, otro para el papel y otro para residuos orgánicos. Sin embargo, debido a la pandemia se han visto en la obligación de añadir un cubo extra, este con tapa, para los residuos COVID como pañuelos y mascarillas. Todos los lunes, miércoles y viernes, los alumnos de quinto y sexto, por turnos, sacan los desperdicios de todas las aulas y en unos cubos más grandes sacan el plástico a un contenedor municipal que se encuentra enfrente del colegio. El cartón lo sacan a un contenedor en la parte trasera, dentro del mismo centro. Esta es una manera de implicar a los alumnos no solo en el proceso de reciclaje, sino también en «completar el proceso de sacarlos hasta los contenedores, haciendo que así sea más sencillo que repitan este ciclo en sus hogares», apunta Bea.

Para reducir su huella ecológica, también han cambiado la grifería y han puesto pulsadores con tiempo limitado para ahorrar en el consumo de agua. Además, se ha creado un aula al aire libre donde los niños a veces reciben clases y pasan más tiempo en contacto con el exterior.

Cada alumno saca el reciclaje al menos una vez al mes. El pasado miércoles 19 de mayo fue el turno de los alumnos de 5º de primaria Evelyn y Miguel | Ana Cortijo Sempere

El colegio Ramón Llull ha presentado todas estas iniciativas y propuestas futuras al concurso de Ecoinnovación Educativa promovido por la Fundación Endesa, donde se premia a los centros educativos españoles con mejores propuestas en cuidados del medioambiente, además de medidas para promover la cultura ecológica. Todavía no se sabe la resolución del jurado, pero la directora parece emocionada ante la posibilidad de que el colegio reciba este reconocimiento.

En el despacho de Beatriz no hay silencio. Está pegado al patio y se escuchan gritos de niños jugando y hablando. A ella, sin embargo, no le molesta; los niños le inspiran a trabajar mejor. Dice que admiraba a sus profesores y que siempre quiso ser como ellos. Ahora Beatriz no solo es profesora y directora, sino que lidera a una nueva generación que educa en el respeto al medioambiente para que un día sean ellos los que nos salven del vertiginoso cambio climático.

José Ángel Rubio, director del C.E.I.P. Sanchis Guarner: «Hablar de que hay centros sin iniciativas medioambientales es imperfecto. No es porque no quieran sino porque a lo mejor no disponen de los recursos necesarios»

C.E.I.P. Sanchis Guarner: Bandera verde contra la contaminación

A José Ángel Rubio, director del C.E.I.P. Sanchis Guarner, y a su hijo Jorge de 12 años, les une un viaje a Costa Rica. Hace 2 años José Ángel se hartó de la falta de aventuras que tenía su hijo. Pero sobre todo, le preocupaba la falta de ganas de este por experimentarla. En un coche azul muy viejo y demasiado pequeño para el calor del país, se adentraron en selvas tropicales y playas salvajes. Jorge, al principio escéptico, se enamoró de la naturaleza y los viajes. José Ángel, observando el entusiasmo que había surgido en su hijo unos días libre de paredes, regresó a España con la convicción de convertir al Sanchis Guarner en el colegio de referencia en medioambiente de Elche. Por su hijo y sus alumnos.

Como parte del programa educativo sensorial de los niños de infantil, todo lo que se cultiva en el huerto del Sanchis Guarner se cocina y se sirve en el comedor. Con ello se promueve que los alumnos coman verduras y frutas de texturas variadas como brócoli, zanahoria o lechuga | Ana Cortijo Sempere

Cuidem el nostre món! es el programa medioambiental que José Ángel lidera en el C.E.I.P. Sanchis Guarner, quien no solo ha contado con la supervisión del equipo directivo del centro escolar, sino que también con 20 ecodelegados de primaria que han estado involucrados en el programa. Temas como el reciclaje de eficiencia energética o la reducción del gasto de luz empezaron a calar en los alumnos y sus familias, quienes también están implicadas en el proyecto. Una de las madres del centro está realizando bolsitas con el logo del colegio donde el alumno evitaría traer el bocadillo enrollado en plástico. Otra de las madres del centro es bióloga y coordina el Parque del Hondo. Lo que se pretende hacer a partir de esto es estudiar, con los niños de primero y segundo de primaria, la biodiversidad de este ecosistema: cuidado de las plantas e integración de los animales en el medio.

Entre algunas de las iniciativas más destacadas, un alumno de tercero de primaria propuso la retirada de amianto del tejado del centro, uno de los cancerígenos más potentes. Una vez sustituido el amianto, José Ángel va a instalar placas solares para hacer uso de una energía renovable y reducir el CO2 de la atmósfera. Para 2023, también se ha puesto encima de la mesa la propuesta de una instalación de recogida de aguas fluviales, para que el coste de agua que se destina al riego del huerto sea prácticamente cero. A ello, se le sumaría la instalación de un aljibe.

La fundación sueca FEE, que es quien se encarga de otorgar las banderas azules a las playas de España, cuenta con un programa internacional de ecoescuelas que ha calado en muchos de los centros educativos nacionales. Desde hace tres años, la metodología del programa sueco ha calado en el C.E.I.P. Sanchis Guarner, con la que han ido surgiendo actividades dentro y fuera del centro, así como grupos y comités de medioambiente. Fruto de ello, en el colegio surge la figura del ecodelegado, quien cada quince días se reúne con el equipo directivo del colegio para poner en común nuevas propuestas. Aunque el Sanchís Guarner está a las puertas de conseguir la medalla de ecoescuela de esta organización, José Ángel contesta con ojos sinceros que a él lo que le importa es que el tema del medio ambiente cale en el alumnado más allá de un galardón.

Además de esto, el Sanchis Guarner también cuenta con un huerto escolar. En un primer momento, el huerto contó con la participación de los abuelos del alumnado. «Los abuelos son quienes nos han enseñado a cuidar el huerto, a hacer fumigaciones naturales, a plantar y a hacer la “collita”, señala José Ángel. Una de las actividades favoritas de abuelos y nietos era la recolecta, por la euforia que recoger los frutos produce. Con el huerto también se fomentan habilidades sociales y de convivencia de los pequeños al tener que entablar conversaciones con personas mayores y ajenas a su círculo familiar.

En un primer momento, algunos docentes del centro se negaron a participar en el huerto debido a que supondría una carga extra de trabajo además del desconocimiento que tenían sobre agricultura. En la actualidad, todos los maestros del Sanchis Guarner se muestran receptivos con el huerto | Begoña Amat Cervera

En las sillas de las aulas, se han reutilizado las pelotas de tenis para ponerlas en la base de las patas y hacer frente a la contaminación acústica. José Ángel reconoce que poner estas pelotas no va a significar una diferencia a nivel ruido per se. En cambio, significa un paso más en la educación de los menores al hacerles conscientes del ruido que ellos mismos producen y el impacto que tiene en el medioambiente.

Con objeto de reducir la contaminación atmosférica y urbana, José Ángel ha propuesto crear una barrera natural en las vallas del centro, en forma de plantas enredaderas que bordeen la escuela. Esta propuesta, recogida también en el manifiesto de #RevueltaEscolar, plantea el problema de si la responsabilidad de regar estas plantas recaería sobre el centro o sobre el Ayuntamiento de Elche. El director apunta que si el Ayuntamiento no le apoya en este proyecto y no asigna a jardineros que rieguen esa barrera natural, no podrá implantar esta iniciativa en el centro.

José Ángel sueña con convertir al Sanchis Guarner en el primer centro público 100% autosostenible de Elche y de la Comunidad Valenciana. Hasta ahora, el Ayuntamiento no ha prestado ningún tipo de ayuda económica para desarrollar las iniciativas medioambientales en los colegios, por lo que son los propios centros quienes se autoabastecen con sus recursos económicos. Pese a recibir dinero cada año por parte del Estado en función del número de alumnos del centro, dicho presupuesto, en según qué centros y en función de la gestión de los fondos, no es suficiente como para poder llevar a cabo proyectos medioambientales. «Hablar de que hay centros sin iniciativas medioambientales es imperfecto. No es porque no quieran, sino porque a lo mejor no disponen de los recursos necesarios» explica José Ángel.

El director muestra su cara afable cuando habla del medio ambiente y se olvida hasta del transcurso del tiempo. Sin embargo, al mencionar el dinero y el Ayuntamiento, vuelve a la realidad de sopetón. «El centro va a pagar los 15.000 euros que cuesta poner las placas solares y con ello, en un año, se ahorrarían 139.000 euros en la factura de la luz» comenta el director. José Ángel ha pedido al Ayuntamiento que se reinvierta ese dinero en los colegios de Elche que no tengan proyectos medioambientales. Por supuesto, la respuesta es inexistente; incrédulo y exaltado se ríe por no llorar.

Su estupor sigue al ver cómo ni el Ayuntamiento ni Consellería proporcionan cubos de reciclaje a los centros y son ellos, los colegios, una entidad pública, los que se ven en la necesidad de negociar con empresas privadas como Ecoembes. «Poner de manera gratuita los cubos de reciclaje ya debería ser un básico en los colegios públicos valencianos» denuncia el director.

José Ángel sabe que sus alumnos abandonaran el centro sabiendo algo de matemáticas y algo de literatura, pero lo más importante es que se irán habiéndose convertido en personas instruidas en ecologismo, siendo conscientes de la magnitud de su huella de carbono y teniendo las herramientas necesarias para reducirla.

Los maestros que ahora instruyen a las generaciones del futuro tuvieron que aprender la importancia de reciclar con años de retraso. Un proceso cognitivo lento para un adulto pero inmediato para un niño. Las nuevas generaciones no conocen otra realidad que la de clasificar residuos. Si Germán hubiera nacido hace 20 años en su familia ahora ni se reciclaría ni se evitarían los plásticos de un solo uso. Por suerte para el planeta, Germán ha nacido en el momento justo y como la flor que un día se transforma en fresa, el germen del conocimiento implantado en el cerebro del menor, un día crecerá y dará el fruto de un adulto implicado con el medioambiente.

METODOLOGÍA

El primer paso de este reportaje fue confeccionar un Google Sheets con todos los centros educativos de Elche para clasificarlos entre centros privados, centros concertados y centros públicos.

Al haber estudiado en un anterior reportaje que los centros escolares del casco urbano de Elche son los más afectados por la contaminación, decidimos en un primer momento centrarnos en los colegios públicos de este y llamar a cada uno de ellos. Llamada tras llamada, íbamos obteniendo bastantes negativas, a la vez que éramos ignoradas. «Ya os llamaremos», esa fue la respuesta que más veces obtuvimos. De entre los que nos dijeron que sí, observamos que muchos de ellos en realidad no tenían ninguna propuesta medioambiental más allá de un cubo de reciclaje en el patio o que en ese momento, era especialmente complicado acceder al colegio dada la actual situación de pandemia. Comprendimos entonces que convenía también llamar a algunos colegios de la periferia. Tras varias llamadas, fuimos a visitar a los cuatro centros que, pese a no estar todos ellos en el casco urbano, nos dieron una respuesta afirmativa. Además, tienen programas medioambientales interesantes, son los siguientes: El C.E.I.P. Hispanidad, el C.E.I.P. Alcudia, el C.E.I.P Ramón Llull y el C.E.I.P Sanchís Guarner.

Somos conscientes de que hay más centros públicos con iniciativas medioambientales, como el C.E.I.P Palmeral, el C.E.I.P. Princesa de Asturias o el C.E.I.P. Alcudia; pero o bien por las restricciones de la pandemia, o bien por no haber dispuesto del tiempo para recibirnos, no les hemos podido incluir en nuestro reportaje.

En todos los centros pudimos hacer entrevistas y fotografías de los proyectos, pero solo en el C.E.I.P. Ramon Llull nos dieron autorización para fotografiar a niños activos en los proyectos medioambientales. Nuestro problema fue con el C.E.I.P Alcudia, que al llegar al colegio el día de la fecha concertada nos encontramos con que querían que volviéramos otro día para la entrevista y las fotos. Les escribimos para concretar otra fecha y ya nunca más obtuvimos respuesta. Algo parecido ocurrió con el C.E.I.P. Sanchis Guarner. Tras una primera entrevista con José Ángel, no pudimos volver a contactar con él pese a nuestra insistencia.

Una excepción al planteamiento «cita, entrevista y fotografías» fue el C.E.I.P. Hispanidad. Pero esta vez de manera positiva. Al ir a entrevistar a Fernando Sáez, coordinador del proyecto medioambiental del C.E.I.P. Hispanidad, nos encontramos con la historia de los voluntarios del L’Hort de Felip, que eran los encargados de airear el compostaje para luego recoger y quedarse ese compost acabado. Esa misma tarde, tras escuchar en especial a uno de los voluntarios, José María Juan, decidimos que, otro día, tendríamos que ir al huerto para entrevistar a más propietarios y seguir tirando del hilo de esa historia.

Una vez llegamos al huerto urbano de L’Hort de Felip, nos encontramos con que no había nadie allí excepto Presen Guerrero y Paco Boix, parcelarios. Él nos contó que el sábado de esa misma semana planeaban ir varios voluntarios a recoger parte del compost para trasladarlo al huerto. El sábado 21 de mayo volvimos al C.E.I.P. Hispanidad y después nos trasladamos al huerto, donde pudimos hablar con varios parcelarios y hacerles fotos, Toni, Alfonso, Gabriel.

Una vez tuvimos toda la información recabada y las fotografías y vídeos comenzamos a redactar el reportaje. Durante el proceso de redacción, Fernando Sáez nos facilitó datos de las composteras con los que hicimos una gráfica con la media de la temperatura de cada semana en 8 composteras, creando así un estudio de “compostera media”. A partir de este gráfico, comprobamos visualmente las fluctuaciones de temperatura en la creación del compostaje. Una vez tuvimos el reportaje escrito, la gráfica y la infografía hechas, editamos las fotografías, creando combinaciones de dos fotografías para incorporar mayor contenido visual al reportaje. Tras esto, repasamos y finalmente publicamos el reportaje.